Esta
es la oración que hice en la inauguración del Año Académico 2016 en la
Universidad Católica de Córdoba
Dios Padre de Misericordia, te damos gracias porque nos
concedes vivir un nuevo año lleno esperanza, con muchas oportunidades y
desafíos.
Te pedimos contemplar nuestro mundo roto con tu mirada
llena de ternura y de compasión, esa mirada que reconstruye y sana. Que estemos
atentos a tus llamadas, que podamos responder a los desafíos de nuestra Patria,
especialmente en los más necesitados.
Danos la sabiduría del diálogo. Un diálogo que requiere
como condiciones: honestidad intelectual, benevolencia y el valor para cambiar
nuestra posición si la búsqueda de la verdad así lo exige.
Que, en una humanidad dividida por las enemistades y las
discordias, sepamos construir puentes de diálogo y reconciliación, entre
nuestra comunidad académica y nuestra sociedad comenzando por nuestra propia
casa.
Enséñanos a caminar con y como Jesús, con los hombres y
mujeres de nuestro tiempo que, como los discípulos de Emaús, se alejan
desanimados y frustrados porque no pueden encontrar el significado de la
historia que viven. Enséñanos a andar tus caminos que pasan por la Cruz para
llegar a la Resurrección. Que no busquemos los atajos del eficientismo, la inmediatez y la superficialidad.
Te damos gracias, Jesucristo, Señor de la historia,
porque desde hace 60 años caminas con nosotros en la Universidad Católica de
Córdoba. Te damos gracias por los jesuitas, docentes, investigadores, personal
no docente, graduados y estudiantes que no tuvieron miedo a soñar en grande.
Recordamos también con gratitud a los benefactores que creyeron en este sueño.
Danos la gracia de seguir construyendo tu reino en cada
aula, en cada despacho, en cada laboratorio, en cada rincón de esta casa y,
sobre todo, en cada corazón.
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén
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